LOS OLVIDADOS DEL CORONAVIRUS

Leridanos que tienen secuelas cuatro años después de contagiarse denuncian la falta de diagnósticos concretos para la enfermedad y piden más recursos para investigaciones que hallan cuidados.
Muchos de ellos han tenido problemas para que les reconozcan la incapacidad para trabajar
Leridanos que tienen secuelas cuatro años después de contagiarse denuncian la falta de diagnósticos concretos para la enfermedad y piden más recursos para investigaciones que hallan cuidados.
Muchos de ellos han tenido problemas para que les reconozcan la incapacidad para trabajar.

Els oblidats del coronavirus Segre

Valentina, Juan, Charo, Chesco y Carlos son sólo cinco de los millones de personas que sufren cóvido persistente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que entre el 10 y el 20% de los pacientes de cóvido posteriormente desarrollan síntomas prolongados y asociados a la infección. Una treintena de leridanos que padecen la enfermedad se han asociado para luchar contra el olvido y reivindicar la necesidad de seguir investigando para mejorar sus diagnósticos y también encontrar cuidados.

“Empecé a tener problemas digestivos en marzo del 2020. Estuve 3 meses sin comer casi nada, incluso el agua me dolía. Me encontraron una bacteria y me trataron, pero no mejoré. También sentía fatiga y dolor en el pecho, pero 4 meses después volví a trabajar. En agosto del 2021 di positivo en cóvido y desde entonces me ahogo y estoy cansada. Me dieron la baja por depresión. Un día tardé mucho en reaccionar cuando mi hija salió corriendo hacia la carretera, y tuve que salir a la calle acompañada durante 8 meses. Me hicieron una radiografía y no encontraron nada, así que me dieron el alta aunque apenas podía andar. Perdí la esperanza con los médicos, dejé de ir, y ahora estoy en paro y no puedo impugnarlo”.

“Tuve cóvid y me costaba mucho respirar, fui a Urgencias y acabé en la UCI. Tuve neumonía y sufrí una angina de pecho. Me costaba tanto respirar que perdí el conocimiento pensando que tenía que salir adelante por los hijos, y cuando desperté me obligué a pensar que ya no estaba enfermo. Estuve hospitalizado en casa, ya nivel cognitivo empeoré. Me ingresaron de nuevo porque me sufrió un ataque de vesícula y una inflamación general, y poco después tuve un ictus que me paralizó medio cuerpo. He tenido que acogerme a los servicios sociales, porque era autónomo y gasté todos los ahorros de la empresa. Al principio me negaron la invalidez, pero recorrí y me la dieron”.

“Tuve cóvid en junio del 2020. Sufrí una neumonía y estuve un día en Urgencias, pero no llegué a estar ingresada. Di positivo durante un mes y no mejoraba, y en el día de hoy estoy igual o peor. Siempre estoy cansada, me duele todo y no puedo concentrarme. De hecho, no soy capaz ni de leer un libro o ver una película entera. La doctora de cabecera ha estado conmigo desde el primer momento y me dijo que tengo cóvido persistente, pero no hay pruebas específicas para medir nuestro dolor. Estuve de baja por depresión, y en el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas me dijeron que me acostumbrara a lo que tenía y me enviaron a trabajar sin visitarme, por lo que puse un recurso. Trabajaba en un supermercado, y no aguanté ni un mes y tuve que tomar vacaciones. El exceso de medicamentos, entre ellos la Palexia (un opiáceo) me ha causado una fibrosis medicamentosa. Yo era una persona muy activa y no dependía de nadie, pero ahora vivo al día. En la primera reunión de la asociación lloré porque, por primera vez, no sentí que debía disculparme por estar enferma. Quiero recuperarme, no recibir una pagueta. Puede que no recupere la vida anterior, pero quiero tener una calidad de vida digna.”

“Me contagié en octubre del 2020. Pasé una cóvida leve, aunque tuve fiebre y convulsiones. Después, sobre todo desde principios del 2022, empezó a costarme andar. Cada vez sentía los pies más débiles y no me respondían las rodillas. Caí dos veces en casa, y en la tercera no pude levantarme del suelo. Desde entonces voy siempre en silla de ruedas, por lo que soy totalmente dependiente. Me he gastado más de 3.000 euros en adaptar la casa y comprarme una silla. Ahora tengo la invalidez absoluta, pero al principio los médicos no creían y me llegaron a decir que
estaba estresado y deprimido, además de que debía perder peso. Me hicieron sentir que estaba loco. Era profesor de Filosofía en un instituto, pero ahora no sabría contar nada. Tengo que apuntarlo todo porque padezco serios problemas de memoria, hasta el punto de que en algunas visitas con el médico me he olvidado de decir las cosas más importantes. Al respecto, el pasado diciembre pedí cita con un facultativo de Medicina Interna que me recomendaron, y no me lo han dado hasta el 18 de abril. Al ser funcionario voy a una mutua, y en Muface se desentendieron de mi caso después de poner una reclamación. Lamento
que los estudios científicos no nos están teniendo en cuenta”.

“Me infecté en febrero del 2022. Mi afectación fue leve, pero poco después sentí un dolor muy fuerte en el estómago y el digestólogo me halló una úlcera. En total perdí 22 kg. También noté una pérdida de energía muy importante que me incapacitó para trabajar y todavía perdura. Además tengo niebla mental e intolerancia a los sonidos fuertes. Un día tuve unas taquicardias tan espectaculares que sentía que me moría. Durante las siguientes dos semanas terminé en Urgencias 7 u 8 veces. Tuve que operarme en abril por arritmias, cuando nunca había sufrido algo parecido, y poco después tuve un infarto. Tengo 43 años y estoy incapacidad. Mi hijo pequeño me pide que juegue y no me siento capaz, lo que me crea mucha impotencia. Muchos días no puedo ni llevarlo a la escuela, a una distancia de 500 metros.”

«Me dieron el alta estando enferma y estoy en paro»

«He tenido que acogerme a los servicios sociales»

«No soy capaz de leer ni ver una película entera»

«El coronavirus me ha dejado en silla de ruedas»

«No puedo jugar con mi hijo y me crea impotencia»

Léalo en el diario Segre digital