Covid persistente, pareja de hecho.
Nunca habría reflexionado antes sobre la fugacidad de nuestra existencia en un período incierto. Toca rememorar con anhelo la vida que se deslizó entre los dedos, hacer un balance de todo lo que quedó pendiente, de las elecciones que tomamos, los queridos que dejamos atrás y los viajes que nunca emprendimos, al final influyendo en nuestro camino.
Ahora estamos en una nueva realidad. La pandemia de cóvid-19 lo ha devastado todo a su paso, dejando un paisaje inimaginable. Mi nueva rutina no me permite llevar a cabo las acciones cotidianas como antes, ni disfrutar del trabajo que tanto disfrutaba. Mi cuerpo está exhausto, la enfermedad ha consumido mi vitalidad y fuerza. La esperanza de una recuperación rápida se desvanece, dejando lugar a la cruda realidad de que podemos quedar atrapados en la enfermedad para siempre.
Somos los autodenominados como pacientes de Covid persistente. Tres años después seguimos sufriendo los síntomas que nos devastaron, abandonados y descuidados por las autoridades públicas, invisibles para la sociedad en su conjunto.
Aprendiendo a encontrar la felicidad en la nada, sin proyectos ni cotidianidad. Tengo la gran suerte de contar en el amor, el apoyo y el cariño de mis seres queridos, pareja, hijos, familia, amigos/as, ésta es la esencia de la vida. Y me suelo sentirme así. Cuento un nuevo día, una semana más, sumando y sumando.
A veces me planteo si quizás había que pasar por ello para reconectar con las cosas que disfrutaba antes de sumergirme en el trasiego laboral, familiar y personal.
Esta vivencia nos enseña a apreciar la felicidad de lo pequeño.
Anna C.LL.
(Vocal de la Asociación Long covid Lleida)